Sociólogo José Guillermo Hernández
El desarrollo humano es el proceso de cambios físicos, psicológicos y sociales que se manifiestan durante toda la vida: en la niñez, pubertad o adolescencia, juventud, adultez y senectud o vejez. En cada etapa de dicho proceso, nuestro cuerpo y mente cambian transformándose de forma gradual pero continua. Y de los tantos cambios que se tienen, ahora pondremos atención en los órganos sensoriales o también comúnmente conocidos como los sentidos, los cuáles sufren también cambios que generan varios efectos en la conducta de las personas y de los que hablaremos en este artículo.
Desarrollo
Los sentidos u órganos sensoriales, son dispositivos fisiológicos que nos permiten adquirir información por el canal o el medio adecuado acerca de lo que sucede dentro y fuera de nosotros. Es por medio de ellos que podemos recibir la información de lo que sucede alrededor, manteniéndose una comunicación de cada persona con su medio ambiente.
Las formas en que cada sentido funcionan son maravillosas y esto nos debería de despertar la consciencia acerca de que estar vivos es un milagro, ya que el funcionamiento del cuerpo es súper complejo y extraordinario. Darnos cuenta de esto, debería ser motivo de alegría y responsabilidad para cuidarnos más.
Con el paso de los años los cuerpos y los sentidos envejecen y esto significa que se transforman. Los cambios no son ni buenos o malos, simplemente son eso, cambios.
Un cambio es la modificación de las condiciones anteriores u originales. Y a medida que se envejece la vista y el oído y los demás sentidos van perdiendo agudeza o capacidad para percibir los estímulos o la información que recibimos del medio ambiente. Técnicamente se le llama a esto umbral.
Los sentidos son órganos fisiológicos que se encargan de percibir la información o la energía del medio ambiente y la transforman y transmiten a través del sistema nervioso de todo el cuerpo hacia el cerebro.
En milésimas de segundo el cerebro recibe e interpreta la información, generando respuestas físicas del cuerpo para responder adecuadamente a los estímulos y circunstancias que se vivan. Por ejemplo, al oír un grito o explosión, nuestros cuerpos reaccionan con sobresalto porque es una respuesta defensiva que procura alertarnos, o al percibir un olor desagradable se genera una respuesta de alarma.
Los sentidos se transforman y pierden cierta capacidad para transmitir la información como consecuencia del envejecimiento. Requiriendo de una mayor estimulación porque van disminuyendo su umbral.
Por ejemplo, las personas mayores tienen más fallas en la vista propios de la edad que podrían generar cataratas, glaucoma o por accidentes y traumatismos. Afortunadamente pueden corregirse mediante cirugía o lentes graduados por un buen especialista.
Lo mismo sucede con los oídos que pueden compensar sus deficiencias por medio de aparatos auditivos que en la mayoría de los casos optimizan la capacidad de oír nuevamente. Y así sucede también con el olfato, gusto y el tacto.
Para superar las deficiencias que pudieran presentarse, es recomendable acudir con nuestros especialistas proveedores de salud, los cuáles recomendarán los tratamientos o actividades más idóneas para que cada persona mayor de acuerdo a su situación, pueda lograr una mejor calidad de vida, gracias al buen funcionamiento de todos los sentidos.
Es importante reconocer que también podrían disminuir nuestras capacidades olfativas, gustativas y táctiles y en muchos casos esto es causado por trastornos más complejos como la diabetes, fallas cardiacas, hepáticas o renales que podrían provocar que el sistema nervioso ya no transmita adecuadamente los estímulos sensoriales y por ello, no se activen los mecanismos de defensa adecuados, poniendo en riesgo la vida propia y de los demás.
Cabe mencionar que las consecuencias emocionales y sociales por la disminución sensorial o su pérdida más frecuente son los miedos, estrés, ira, baja autoestima, aislamiento social que podrían derivar en depresión con altos niveles de desesperanza y tristeza.
Según investigaciones realizadas, las personas con pérdida de la visión o el oído son más susceptibles de presentar síntomas depresivos.
La ansiedad que se produce por la disminución del funcionamiento de cualquier sentido aumenta porque la persona siente que se aísla o incomunica de la vida.
Conclusión
De acuerdo a las conclusiones de los investigadores Casas, Linares, Lemos y Alveiro (2009), las personas con deficiencias auditiva y visual presentan más síntomas emocionales y sociales que las personas oyentes y videntes. La respuesta adaptativa que tenga el adulto mayor para aceptarlo y pedir ayuda profesional le permitirá superar con mayor ligereza el malestar.
Es importante el conocimiento de la situación con los familiares y amigos, para que éstos participen con su comprensión y apoyo beneficiando a la persona que lo padece.
Reconocer que nuestro cuerpo se transforma y que debemos aceptar sus cambios con entereza, procurando utilizar los correctivos tecnológicos como lentes, cirugías, revisiones periódicas con nuestros médicos y sobretodo, formándonos buenos hábitos de vida como el comer saludable y nutritivamente de acuerdo a nuestras necesidades energéticas y preferencias, hacer rutinas de actividades físicas o ejercicios para nuestro cuerpo y para cada uno de los sentidos, y así contribuir en el fortalecimiento y mejora de los mismos para que nos sigan siendo útiles.
Es un hecho que los cambios que se experimentan en la vida son parte de la normalidad y que puede haber personas de 90 años con buena vista, olfato, gusto, tacto y oído, pero son casos poco frecuentes ya que generalmente, se disminuye el umbral de percepción sensorial.
¿Y qué podemos hacer al respecto? Lo recomendable es no compadecernos ni victimizarnos y mucho menos avergonzarnos. Actuar en consecuencia y dejar que la vida siga adelante.
Con amor para ustedes.
Referencias.
-Casas, D.A., Linares, M.S., Lemos, M. y Alveiro, D (2009). Depresión y ansiedad en personas con deficiencia auditiva, Revista católica del Norte 28. Chile.
-Organización Mundial de la Salud OMS, (2018). Ceguera y discapacidad visual. Informes.