Beatriz Del Monte
Hace unos años, las y los adultos mayores eran personas muy lejanas a mi, pues sabía poco sobre ellas. Mi contacto más cercano fue mi abuela, una mujer tradicional, cercana a su familia que disfrutaba de las visitas de sus amigos y descendientes y ofrecía siempre un delicioso arroz, bolillo recién horneado de la panadería y un pollo al horno, cuyo aroma y sabor se puede comparar a los más deliciosos manjares mexicanos que muestra Master Chef México. Y claro, pensaba que eso era ser un adulto mayor, ella y sus amigos eran el estereotipo con el que crecí, y con los abuelos de las telenovelas claro.
Pero después crecí y como siempre en la vida, todo cambió. Hace muchos años fui con mi hermana a una reunión de “señoras mayores” y bueno, al escucharlas, verlas bailar y contar divertidísimas anécdotas, recuerdo haberme dicho … bueno, estas mujeres la pasan mejor que yo…,se me hizo muy raro, pues yo era muy joven.
Esta experiencia continua pasándome. Incluso ahora… en este 2020, y durante la contingencia. Resulta ahora que estas personas que circulan entre los 60 y los 95 años aproximadamente, ya son parte de mi cotidianidad, y no paro de experimentar asombro y admiración; me doy cuenta de cómo uno se forma la idea de cómo son o cómo deberían comportarse, de lo que les interesa y de las ideas limitantes de lo que debería de ser nuestro rol alrededor de ellos y ellas, y bueno mi experiencia me ha hecho romper todo aquello que yo imaginaba. Y no ha dejado de sorprenderme.
Estoy rodeada de adultos mayores, varios y varias con independencia económica, que viven solos y que aún en estos tiempos de contingencia no paran.
Comienzan desde muy temprano enviando una alegre canción en su chat de amigas, o fotos de jóvenes guapos para reír un poco de esta “nueva normalidad”, o hacer algún comentario sobre lo que se dijo en la “Mañanera”. De ahí, pues tienen una reunión por Zoom con sus alumnos, o su grupo de la Fundación que necesita de sus consejos y retroalimentación; y además, pues que se tienen que poner de acuerdo entre sus hermanos para organizar las visitas de una de sus hermanas con discapacidad intelectual… es decir… y ¿donde quedó la idea del adulto mayor que se queda en casa?. Mi respuesta, es que eso quedó en las novelas del pasado.
Ahora, a pesar de lo duro de esta contingencia, las y los adultos mayores que viven con sus hijos, están ahí apoyando con labores del hogar o con los menores debido a que los adultos y proveedores o salen a la calle o están todo el día conectados sin parar a reuniones y más reuniones. Cabe decir, que aún en esta edad, se sigue viendo como recaen más responsabilidades del cuidado y el hogar sobre las mujeres que sobre los hombres, existe desigualdad también a esta edad. Y al respecto también vale la pena revisar nuestros estereotipos y cambiarlos, si no es ahora pues cuando.
Otro ejemplo que he vivido muy de cerca, ha sido las mujeres mayores que me han hecho el favor de cuidar a mis hijos mientras voy a trabajar, y no han sido pocas veces, y mis hijos no es que sean dóciles y tranquilos, pues cada vez que me los “entregan” no puedo creer ¡que sigan con energía!. Una vez más pienso, pero sí tienen más de 60 años!!! ¿Cómo le hacen?.
O aquella mujer que invitaron a un Panel sobre la mujer y la Paz y una gran mujer contó que hizo su segundo doctorado después de los 60 años… sin duda le debo mis ganas de hacer un doctorado gracias a ese comentario. Es decir la inspiración que he tenido esta última década de mi vida a partir de las y los adultos mayores, es realmente desbordante.
Todo esto, me hace pensar en otro impacto más de “el estar en casa” y es que si uno se toma el tiempo para abrir los ojos y los oídos, se puede dar cuenta que la Edad de Oro, ahora dura mucho más años y que da tiempo de reinventarse, encontrar nuevos roles, enamorarse una vez más, o enamorarse por primera vez, iniciar con clases de yoga o retomar el canto. Y cuando no se vive en el privilegio, pues salen a trabajar y con gran sonrisa y con su cuerpo cansado siguen lavando, cargando bolsas, ayudando en pequeños negocios o haciendo lo que se pueda para lograr el sustento, lo cual en la mayoría de los casos no es opcional.
Así que bien, si tienes un adulto mayor cerca o no tan cerca, te invito a romper la barrera de los estereotipos, a observar más, a escuchar y participar de su vida de una manera más igualitaria y sin expectativas de los roles que uno o el otro u otra tenemos que cumplir. Sin duda tienen infinita sabiduría que compartir.
Inspirado en mi madre, sus hermanos(as) y sus queridas amigas.