Sexo, Pandemia y Tercera Edad


Biol. Regina Novelo – Educadora Sexual, Terapeuta Breve

“¿Qué no era suficiente lidiar con mis bochornos y la resequedad de mi vagina?” – comenta Sara, de 64 años – “Ahora todo cambia nuevamente, ya ni siquiera tengo un espacio íntimo para estar conmigo misma”.

 “De por sí me costaba trabajo iniciar, teníamos que planear el momento, tomarme en ayunas la pastilla y esperar su efecto, ahora simplemente no me interesa, no tengo ganas; ahora sobra tiempo, pero simplemente no puedo” – Pedro, de 70 años. 

“Para mi ha sido algo maravilloso, tener sexo nos hace sentir vivos, nos da la adrenalina suficiente para pasar los días, ha sido un reencuentro en todos los aspectos” – Sofía, de 55 años. 

Sabemos, independientemente de cuál sea su contexto, que tener sexo (consensuado) suele ser beneficioso, fortalece el sistema imune, segrega endorfinas que mejoran el estado de ánimo, libera tensión, mejora el sueño, fortarlace el vínculo, favorece el apego. Pero, también es cierto que con la edad nuestro erotismo se transforma y tenemos la gran tarea de reinventarlo. 

Al cuerpo y al tiempo no lo podemos engañar. Para ellos los cambios físicos tocan un aspecto psicológico muy profundo, ya que su capacidad de desempeño puede verse disminuída. Al no producirse la misma cantidad de testosterona, los testísculos disminuyen de tamaño, aumenta el tamaño de la próstata, cuesta más trabajo lograr y mantener una erección y la eyaculación es menor en cantidad y menos intensa. Para ellas, como consecuencia de la menopausia,  la penetración puede volverse dolorosa por falta de lubricación y el estrechamiento de la vagina, y la disminución del tamaño del clítoris puede hacer que llegar al orgasmo sea más tardado y complicado.

Pero envejecer no es un castigo. Es una oportunidad en todos los aspectos, sobre todo si nos preparamos. ¿Y qué hay de nuestro erotismo?, ¿cómo renovarlo y reinventarlo? ¡No renunciando a él! Comprender que tenemos todo un cuerpo para sentir placer, no solo genitales.

Y pareciera ser que no es suficiente con todo esto. Hoy las circunstancias ponen a nuestra líbido frente a otro reto: la llegada de un virus, desconocido en muchos aspectos, que nos hace estar en un estado de alerta constante, nos hace sentir que un hilo de angustia atraviesa nuestro cuerpo. Y en este punto podemos tener dos respuestas, ambas válidas y esperables: la inhibición o ausencia del deseo, incluso en quienes lo tenían de forma frecuente o el aumento de éste como una forma de querer sentir y aferrarse a lo vivo. Claro que la opción de que nada cambie es posible, pero es poco probable, porque aún para las personas que están cursando la cuarentena con salud y medios adecuados, la incertidumbre, la angustia y el miedo los toca, aunque sea de lado.

Tenemos que buscar espacios de independencia, espacios de quietud para poder conectarnos con nuestro propio cuerpo, transformar el erotismo en momentos que nos generen placer de cualquier índole: sentarse a leer, dormir una siesta, meditar, tomar un té o café. Permitirnos extrañar al otro, separarnos dentro del mismo espacio para después generar reencuentros que puedan motivar la cercanía física, el contacto, el abrazo, las caricias…y si se coincide en el deseo…el sexo. 

Hoy más que nunca la empatía, la tolerancia y el amor son importantes para mantener el vínculo. Desvanecer la culpa de lo que sentimos, identificar los sentimientos y emociones y permitirlos fluir. Hoy más que nunca, tenemos que buscar momentos de acercamiento íntimo para fortalecernos como pareja y, si no hay una pareja, a nosotros mismos.

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