Regina Novelo
Durante muchos años se lo creí, creí fielmente que con la edad (apenas tengo 60 años), le perdería el miedo a la muerte, el miedo a la soledad, al dolor físico, a la vida misma…y no es así, tal vez porque no he llegado a los 80, tal vez porque sigo aprendiendo, tal vez porque sigo llena de vida y planes, tal vez porque estoy rodeada de personas a las que amo infinitamente y no quiero dejar. No, no estoy lista, vida me debes mucho todavía, no lo he vivido todo!!!.
A lo largo de estas semanas de cuarentena he pasado por todas las etapas de un verdadero duelo, las he sentido debajo de mi piel. Desde la negación rotunda de aceptar que el virus está acabando con muchas cosas alrededor del mundo, vidas, familias, negocios, etc. hasta un profundo enojo al quedarnos, mi marido y yo, sin posibilidad de trabajo. Sentirme limitada en el espacio y en el tiempo, atrapada sin la libertad de poder ir y venir a mi antojo como acostumbro, me generó frustración y coraje. Los cambios siempre me han costado mucho trabajo de inicio, mi mente necesita tiempo para poder asimilarlos y aceptarlos.
Conforme nos fueron cancelando trabajo, a mi marido y a mí, el miedo se fue apoderando de mí, como si fuera un gran reptil que se mete poco a poco en tu cuerpo, invadiendo cada espacio, cada hueco de mi ser. Mis neuronas se atropellaron con mil cuestionamientos a la vez, ¿cuándo duraría la cuarentena?, ¿cómo vamos a pagar la renta y la comida?, ¿cuándo volveremos a tener trabajo?, ¿y si nos enfermamos?, ¿somos población en riesgo?, ¿qué pasará con la familia?, mil preguntas que atormentaron mi cuerpo como si fueran filosos cuchillos que se encajaban en mi piel. El miedo y el dolor físico se fundieron con mi cuerpo, sabía que no podía seguir así…
“¡Alto! Necesitas hacer una pausa”, me dije a mí misma…entonces, recuperé la calma y escribí lo que sí tengo.
Sabía que tenía que dejar ir todo aquello que no está en mi control y enfocarme en lo que sí depende mi, de nosotros como pareja. Juntos nos reinventamos trazando un nuevo camino, editando nuestra rutina, estableciendo parámetros nuevos para generarnos paz y bienestar:
- Solo ver las noticias necesarias para estar bien informados, no de más ni aquellas que sólo aumentan la angustia y el miedo.
- Planear los gastos del mes, quitar lo que no es necesario (por cierto, cuantas cosas tenemos que no son necesarias).
- Establecer una rutina de ejercicio diario (no sabíamos lo divertido que podía ser hacer ejercicio juntos).
- Comer lo mejor posible, cuidar cantidad y calidad (descubrimos que también podemos ser socios en la cocina).
- Establecer un horario de trabajo diario, cada quién en lo suyo.
- Estar en contacto diariamente con la familia (ver a mis hijos y mi nieta por videollamada es lo mejor).
- Tener un espacio para poder platicar sobre nuestros sentimientos mientras tomamos un delicioso café en el pequeño jardín de la casa (la llamamos la hora feliz).
- Distraernos con una buena serie o película.
- Meditar, agradecer la abundancia y descansar.
¿Lo hemos logrado al 100%? Claro que no, hay días que fluyen como un hermoso río y hay otros que son eternos. Pero al final, nos sentimos infinitamente agradecidos…agradecidos por lo que tenemos, por lo que somos, por estar juntos…por amar en tiempos de coronavirus.